A mi padre
Deja al agua fluir, deja que sople el viento,
deja que el tiempo pase sobre tu quieta tumba.
Te olvidarán, es cierto: la tarde se derrumba,
se hace polvo la piedra, se pierde el pensamiento.
Flota en el aire un átomo de lo que fue tu aliento,
de tu voz vibra un eco cuando la abeja zumba;
tu pulso derrotado por mi pena retumba
y tus largas preguntas pulsan mi entendimiento.
Yo soy lo que perdura del hombre aquel que fuiste
y por los dos escribo sondeando la tiniebla:
la pluma es una lámpara que brevemente alumbra.
Asà pues, padre mÃo, sigue a mi lado, existe
en mis ojos que exploran la costa de la niebla,
vive en mÃ, en este cuerpo que a morir se acostumbra.
Ernesto, Hilda y Sebastián, hacia 1989
4 comentarios:
Excelente y emocianante poema, hermano. La foto de juventud no me favorece, pero igualmente me emociona ver lo que fuimos, lo que éramos, y cuánto extraño al viejo.
Un bello poema cargado de nostalgias.
precioso
Es hermoso Ale, tan personal como de todos.
Es la magia de la poesÃa que justamente alumbra las tinieblas...
Gracias!
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