lunes, 21 de enero de 2013

Rachmaninov




            Rachmaninov. ¿No es una extensa llanura, una llanura infinitamente nevada, de donde sobresalen sin embargo, enlutados, los grandes pinos que resisten al invierno, el tejado rojizo de una antigua casa solariega, el pálido humo de un hogar palpitante, agonizante sobre el pecho helado de la tierra? ¿No es la tierra de las gigantescas pasiones, de la gran revolución y del vodka que mantiene vivo al pensador solitario? Es eso y también lo que duerme furiosamente en mi pecho cálido, esperando su hora. Es la ardiente paciencia del mañana. Es hoy.
            Es también aquella pieza de mi adolescencia solitaria, donde yo escuchaba esta música en viejos discos de pasta, tocada por el propio autor, girando a 78 revoluciones por minuto y emergiendo bajo el ruido a púa. Ahí cerca, dormían mis padres y hermanos, y entre ellos estaba mi padre, como es lógico... En cierto modo, sigo estando en aquella pieza, soñando esto que seré, estoy que soy. Un intervalo entre dos notas, un silencio de negra, un acorde de sexta, una nada agitándose con aires de vida en medio de la noche. Todas las noches son una sola noche: allí donde el extravagante día pierde su máscara. La noche donde estuve y donde estaré, disuelto, disimulado, escondido en la música. 


El Preludio en si menor, en versión de Valentina Lisitsa:
http://www.youtube.com/watch?v=XU8VgS-2hpk