Despedida
a los alumnos del profesorado de Lengua, promoción 2012
Amables
colegas, queridos alumnos y ex alumnos:
Cuenta la historia que Platón, tras
la muerte de Sócrates, desesperado de su ciudad natal, viajó a la corte de
Dionisio, tirano de Siracusa, con la esperanza de influir en él y poner en
práctica sus ideas. Después de diversos intentos, en el último de los cuales
estuvo a punto de perder la vida, regresó a Atenas y fundó allí una escuela de
filosofía, la Academia. Si la historia, como la fábula, ha de dejar una
enseñanza, cabe preguntar qué nos enseña ésta. Quizá Platón, tras el fracaso de
su intento siciliano, comprendió que era imposible para un filósofo aconsejar a
un político, puesto que gobernar es para éste (según explicaría Machiavelli casi
veinte siglos después) el arte de combinar la violencia con el engaño. Quizá
pensó también que educar a los jóvenes prometía más, porque a éstos todavía les
interesa más la filosofía que el dinero. Y escribió libros, venciendo incluso
sus propios prejuicios, quizá porque advirtió que la escritura invita a la
reflexión de un modo más detenido y penetrante que las “aladas palabras” de la
lengua oral. Platón no ignoraba que se enfrentaba a los más célebres y mejor
remunerados maestros de entonces, los sofistas. Lo hizo deliberadamente, porque
también él tenía cosas que defender. Es de suponer que no le habrá importado
tener poco público; en su diálogo Gorgias
dirá que la sofística es dulce, pero enferma, y que la filosofía es amarga,
pero cura. En el Protágoras, nos
muestra a un joven que despierta de madrugada a Sócrates para que lo acompañe a
la casa del viejo sofista, pero que, ante las preguntas del filósofo, exhibe
una profunda ignorancia acerca de lo que espera aprender del presunto sabio. Ese
joven, como tantos, no sabe qué es lo que busca, pero está dispuesto a pagar
para conseguirlo.
Creo que el gesto de Platón es el
más claro precedente de lo que luego hemos entendido por educación. Una tarea de
alta política, que intenta promover ciudadanos creadores y críticos, no
reproductores de esquemas ajenos, ávidos de ocupar los lugares ya preparados de
la escena. Una tarea, en fin, de construcción. Construcción del espíritu, esa
palabra tan antigua, tan perfectamente impolítica hoy, pero que representa la
energía creadora de los hombres, aquello que en última instancia nos diferencia
del lobo, del buey, del buitre, del reptil, del gusano y aun de nuestro íntimo
hermano el chimpancé. El espíritu no es un fantasma ni una sustancia que
implique alguna creencia en el más allá, sino el origen de todo lo que puede
dar sentido a nuestra precaria existencia. El espíritu se opone al mercado: le
importa más la calidad que la cantidad, prefiere el olor de la rosa a la venta
de rosas, le interesa la diferencia entre dos acordes o entre dos sinónimos. El
espíritu es la patria profunda, el hogar íntimo; de allí partimos, en la
primera juventud, con ímpetu de aventura, desafiando lo desconocido. El regreso
y su dolor, que se llama nostalgia, se nos imponen al final del camino. En
medio del infortunio, en medio de prodigios y horrores, la patria nos llama
como un sabor antiguo, modesto e inconfundible.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Ítaca
Verde y humilde...
El espíritu, si se me permite la
paráfrasis, es también esa isla “de verde eternidad, no de prodigios”, adonde
fatigosamente regresamos. Agrego que nuestra época, tan rica en invenciones
técnicas, es pobre en bienes espirituales; tenemos al alcance todos los libros,
pero rara vez leemos uno; nos vemos y hablamos a distancia, tenemos calor en
invierno y frío en verano: lo que no es poco; pero no sabemos qué hacer frente
a la angustia y frente la muerte, salvo tratar de no pensar en ellas.
La Academia de Platón era ante todo un
refugio; era el “lugar apartado” donde las fábulas sitúan siempre la
iniciación, el descubrimiento, el principio. También era un lugar de
resistencia, frente a la sofística dominante. En alguna medida, para muchos,
esto ha seguido siendo el aula escolar o universitaria: un refugio y un puesto
de resistencia. Hoy por hoy, ¿en qué otro lugar se puede hablar de literatura,
de matemática, de historia o de filosofía? En el resto del mundo, sin excluir
la mesa familiar, sólo se puede hablar de lo que aparece en televisión. Sólo se
puede hablar, en efecto, de apariciones, o de apariencias. Sólo se puede hablar
de las sombras que aparecen sobre el fondo de la caverna, donde estamos
encadenados desde la infancia. Resistir a ello no es fácil, ni resistir a la
sofística que también hoy, como en la vieja Atenas, impera, categórica y bien
remunerada. Los sofistas de hoy manejan canales de televisión y publican periódicos
y libros que se venden bien, con apoyo de la publicidad; los medios han
cambiado, no los fines. La escuela, nuestra actual Academia, debería ofrecer
también a sus alumnos (a los que se alimentan de ella) un refugio, un lugar distinto
del infierno cotidiano, de la città
dolente donde reinan la brutalidad sin escrúpulos, la trivialidad sin
remedio, la mentira hecha respiración.
En este entorno, es claro, la
escuela está desencajada. Parece que al maestro le quedan dos alternativas;
una, relativamente cómoda, es adaptarse a los tiempos, a riesgo de renunciar a
su cometido; otra, absolutamente incómoda, es tratar de defender sus fueros.
Escuchando relatos de ex alumnos que hoy son docentes, veo también que a menudo
deben situarse en un lugar intermedio, no menos inquietante. Es bueno meditar, en
todo caso, sobre qué cosas estamos dispuestos a negociar y cuáles queremos
defender, aunque sea en un angosto desfiladero, expuesto a la arremetida de los
bárbaros. “Honor a aquellos que en su vida / custodian y defienden sus
Termópilas”, escribía Kavafis. “Y más honor merecen todavía / los que prevén (y
muchos lo prevén) / que al fin Efialtes aparecerá / y que los persas pasarán al
fin”. Esto último, si fuera verdad, no debería entristecernos; en el reino del
espíritu, importa más la actitud que el resultado. Aunque el calentamiento
global o la locura colectiva nos amenacen, importará siempre hacer nuestra
siembra. Si tenemos amor por la palabra, habremos logrado algo; no importa que
se pierdan nuestros nombres y la memoria de nuestros hechos, si se salva
nuestra palabra, por modesta que sea. Suelo imaginar la tarea de un poeta oral
de los Tiempos Oscuros de Grecia; un borroso heredero de viejos cantares sobre la
guerra de Troya y el regreso de los aqueos a la patria; él los repite para los
niños, o para los campesinos analfabetos, sin saber bien por qué; siente
solamente que ésa es su misión y que debe cumplirla. Gracias a él se salvará algún
verso, que siglos más tarde sabrá aprovechar Homero. Toda una vida trabajosa,
para salvar un verso, o quizá un epíteto o dos: Agamenón rey de hombres, Héctor domador
de caballos. Así es como se forja el lenguaje, que es la sede del
pensamiento. Así estamos seguros de dejar algo a los que vendrán. Nuestra
existencia es efímera, nuestra tarea incierta; la palabra es indestructible. El
viento borrará las pirámides, pero no a Heródoto; la lluvia terminará de roer
los foros de Roma, pero no a Horacio. El oro del saber se guarda repartiéndolo,
permitiendo que se vuelva a acuñar; el buen vino de la poesía se preserva
invitando a todos al banquete. En la economía del espíritu, sólo cabe el
derroche. No nos resignemos a la mediocridad. Pensemos que todavía hay
caballeros andantes en el mundo. Defendamos, como el viejo Platón, aquello por
lo que hemos vivido.
Queridos amigos: buena suerte y hasta
siempre.
Concordia, 20 de diciembre de 2012
5 comentarios:
¡¡Qué interesantes reflexiones, Alejandro, BRILLANTE!! Saludos.
Andrés Moulins
Bellísimas palabras que tuve el privilegio de escuchar en vivo. Alejandro tiene ese don tan especial de decir grandes verdades con bellas palabras. Rescato algunas palabras:"Aunque el calentamiento global o la locura colectiva nos amenacen, importará siempre hacer nuestra siembra. Si tenemos amor por la palabra, habremos logrado algo; no importa que se pierdan nuestros nombres y la memoria de nuestros hechos, si se salva nuestra palabra, por modesta que sea.
El siguiente link de una periodista española merece ser leído:
http://dariobienestar.blogspot.com/2012/11/necesito-poco-de-angeles-caso.html
Vuelvo a copiar el link quizás no puedan abrirlo al anterior:
http://dariobienestar.blogspot.com/2012/11/necesito-poco-de-angeles-caso.html?spref=fb
Gracias, colegas, por los comentarios y aportes. ¡Feliz Navidad!
Pero que genio el profesor que tenemos!!!Aunque sea exigente vamos a salir buenos!!!Gracias por su sabiduría y profundidad, por entregarse en cada clase!!!Vamos profe!!! Tiene que enseñarnos oratoria en el 2013!!!
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