domingo, 23 de diciembre de 2012



Girri y The waste land

     Lector muy imperfecto de T. S. Eliot, con cierta frecuencia retorno, sin embargo, a The waste land. Tengo a mi alcance una edición bilingüe con la versión de Girri. Tener el original al frente, decisión honrada, somete al traductor a la prueba constante de su condición subalterna, pero también ayuda a crear la ilusión de un diálogo o de un vaivén provechoso. El lector se siente invitado a usar la traducción como un camino hacia el texto, el lector va y viene de uno a otra. Cuesta imaginar, después, cómo sería leer la versión sola. El texto de Eliot, ya se sabe, es arduo, enigmático, desconcertante a cada paso. No puede uno dejar de pensar a veces, si no es un feligrés comulgante de la iglesia eliotiana, que quizá el autor se volvió loco o nos toma el pelo. La incorporación de notas explicativas no deja de ser una incomodidad, pero también es parte del juego: un juego de erudición, una incitación al estudio. Con estudio y paciencia, el lector puede ir vinculando las alusiones y símbolos que acaso entorpecían su lectura, hasta descubrir algunos de los hilos que componen la trama. Si no lo hace, puede no obstante, quizá, percibir la grave grandeza de ciertos pasajes (Unreal City...), la resonancia de versos que no se olvidan (I will show you fear in a handful of dust), la potencia alusiva de todo el complicado collage, empedrado de citas en varias lenguas y donde se oyen, contrapuestas, voces discordes: los avisos de un altavoz conviven con retazos de conversaciones, con plegarias en sánscrito o con pasajes líricos. Alguna vez, una alusión evidente del original se pierde en la traducción. Así, el verso 182 dice: By the waters of Leman I sat down and wept... Se trasluce el versículo inicial de un salmo famoso: By the rivers of Babylon, there we sat down and wept. Girri traduce: “Me senté junto a las aguas del Leman y lloré...” El lector se pregunta por qué no hizo lo esperado, o sea: “Junto a las aguas del Leman”, etc., lo que habría vuelto la alusión más clara. Otras veces, se desbarata una alusión interna, que depende de la repetición de una palabra. Así, el verso 183, que repite el 176, dice: Sweet Thames, run softly, till I end my song. Girri traduce: “Dulce Támesis, corre calladamente, hasta que acabe mi canto”. El 187 dice: A rat crept softly through the vegetation, con un eco extraño, que parece poner en crisis el lirismo del otro. Girri lo anula de este modo: “Una rata se deslizó blandamente entre la vegetación”. También aquí el lector se pregunta: ¿qué le costaba usar las dos veces, como hizo el autor, el mismo adverbio? Por otra parte, los dos versos son pentámetros yámbicos: el primero muy lírico, de aire clásico; el segundo, prosaico; la diferencia, así como la semejanza, se pierden en la traducción. También se pierde, en general, todo el juego de sutilezas rítmicas (y alusivas) que en el poema de Eliot depende de la alternancia de metros tradicionales con el verso libre y con la cita prosaica o mántrica o de la canción popular. Vale decir: tales contrastes son significativos en el poema, no un adorno. ¿Se podía hacer otra cosa? Siempre se puede: mejor o peor, desde luego. Se puede esperar que un poeta traduzca a otro poéticamente. Vale recordar a Gérard de Nerval, que a los diecinueve años tradujo en verso el Fausto de Goethe y a quien dijo el autor que esa versión lo había ayudado a entender mejor su propia obra... El principio que rige esta versión de The waste land es sin duda la literalidad semántica, sin atención a los aspectos “musicales”, a las resonancias del texto; esa regla se cumple en general, aunque no falte alguna excepción: en la parte IV (“Muerte por agua”) Eliot dice: Consider Phlebas, who was once handsome and tall as you. Girri: “Piensa en Flebas, en un tiempo tan apuesto y bien plantado como tú”. ¿“Bien plantado”...? La falta de literalidad puede ser un acierto: en el incipit, cinco versos terminan con formas en -ing; Girri aligera los tres primeros usando verbos conjugados: cinco gerundios seguidos molestarían en español. Al verso citado antes: I will show you fear in a handful of dust, Girri lo traduce: “Te mostraré el pavor en un puñado de polvo”. Por una vez, parece haber admitido el valor de la aliteración, y puso “pavor” en vez de (simplemente) “miedo”. No se lea todo esto como una crítica ingrata. Una traducción de poesía es un naufragio que intenta salvar, en la lengua de llegada, algo de lo que trae el original. Girri quiere salvar el significado literal y se desentiende de lo demás: traduce, pues, sólo uno de los planos del texto poético. Traduce, muy a menudo, en prosa, disimulada por el aspecto del verso o versículo. Como camino hacia el original, su versión me parece válida y digna de gratitud; que merezca leerse como sucedáneo del original, lo niego, sin demasiada furia o pena.

Alejandro Bekes
en La Guacha, Nº 38
2012

4 comentarios:

Maruja dijo...

Me gusta tu blog. Un saludo y Feliz Navidad.

Juan Carlos dijo...

Hola Alejandro, y felicidades por las vacaciones, la niña y el regreso al mundo bloguero. Una pequeña salvedad al texto: la versión de Gérard de Nerval al Fausto de Goethe no es en verso, sino en prosa, salvo los prólogos y algunas canciones (que en muchos casos son invenciones del propio Nerval). Creo que era toda una tradición: Chateaubriand tradujo en prosa a Milton, Mallarmé y Baudelaire los poemas de Poe, Leconte de Lisle los clásicos griegos, etc. Más hacia acá, M Yourcenar hizo lo propio con Kavafy.
Saludos!!

soylauraO dijo...

Gracias, Bekes, este acercamiento a las traducciones poéticas me resulta valioso. Tener el original a mano, permite al lector, comprender al autor en crudo; más allá de la manito bienvenida que ofrece el intérprete traductor.
Haga ud su inolvidable Felicidad para 2013, por favor.
http://enfugayremolino.blogspot.com.ar/

Alejandro Bekes dijo...

Gracias, queridos amigos, por sus saludos y precisiones. Les deseo muy feliz Navidad a todos. Continuaremos el diálogo, eso espero.

Alejandro