Esmeralda
Y al fin ella ha venido. ¡Qué poca cosa somos
frente a aquella grandeza que aquí nos la ha traído!
Ella, perfecta y mínima, inmediata y futura,
duerme ahora en su cuna.
El hombre inclina y roza con su frente la tierra
de donde el pan le viene y adonde va su vida
irremediablemente: subyugado su orgullo
por la sabiduría que ha construido el rostro
de una criatura nueva, única como el ángel
que a Jacob le traía noticias indecibles.
Única como el sol, bella como la luna
y extraña a las lloviznas y costumbres del alma
como un nuevo poema que inesperado alumbra.
(Mi alma aprendió a ser alma en un barrio lluvioso,
donde anhelaba absorto a una niña distante.)
Ella al fin ha venido, ya no estaremos solos:
ya no nos perderemos como lluvia en el mar,
no iremos a la nada sin dejar nuestro anhelo
encarnado en la tierra, soñando otros senderos.
Una música noble la acuna desde siempre
y ella espera su tiempo, segura de esperarlo.
Ella es el sol que alumbra, mi amor, tu alma y la mía.
Yo sueño con la escala que remata en el cielo
y mi cabeza pesa como piedra en el suelo.
viernes, 25 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Bravo, puro amor a dos mujeres. Las fuerzas de la naturaleza obligan a no encallar al barco que con coraje se ha hecho, otra vez, a la mar.
Cuánto amor y cuánta felicidad Alejandro! Hermosas palabras, sin dudas que nacen desde lo más profundo del alma. Felicidades a los tres!!
Gracias, queridas amigas. Todo esto es un milagro, aunque parezca (o sea) tan natural. No "aunque", sino justamente por eso.
Muchísimas felicidades. Me ha emocionado profundamente este bellísmo poema, el calor y la dorada ternura. La pequeñina será muy feliz cuando pueda leerlo y no dudo que hundirá sus manos, en forma de cuenco, más de una vez a lo largo de su vida en estos versos, para atrapar hasta la última gota fugitiva.
Muchos saludos de una que lo lee desde España.
Gracias, amigas... Tiempo hace que no agrego nada a esta página. Era hora de volver.
Publicar un comentario