Nerval
No hace mucho, el 26 de enero, Pablo Anadón recordaba en su muro a Gérard de Nerval, aquel poeta francés que muchos hemos leído y amado, y que un día con ese número y nombre, en 1855, se mataba en un gélido callejón de París. Hoy quiero rendirle homenaje transcribiendo uno de sus poemas más notables y más herméticos, Ártemis, con una traducción que hice hace algunos años y que apenas pretende ser un camino hacia el texto. Éste nos habla en un lenguaje iniciático; forma parte de la serie de las Quimeras, poemas que un gran amigo de Nerval, Théophile Gautier, describió como "los oráculos de un dios desconocido". El Trece aparece al inicio, como una sugestión de antiguos calendarios lunares; la guerra de los colores, insinuada al final, forma parte de otra, entre la Diosa y los dioses, cuya historia compleja e incierta se entreteje en estos doce enigmáticos sonetos. Es posible, quizá, percibir la belleza de ésta y de las otras Chimères sin penetrar la dura cáscara de sus símbolos. Materia difícil, que dejo para otro momento. Por hoy, apenas ofrezco esta rosa votiva. Que los manes de Gérard sean honrados.
Artémis
La Treizième
revient... C’est encore la première;
Et c’est toujours la Seule, ―ou c’est le seul moment;
Car es-tu Reine, ô Toi! la première ou dernière?
Es-tu Roi, toi le Seul ou le dernier amant?...
Aimez qui vous aima du berceau dans la bière;
Celle que j’aimai seul m’aime encor tendrement:
C’est la Mort ―ou la Morte... O
délice! O tourment!
La rose que elle
tient, c’est la Rose trémière.
Sainte napolitaine
aux mains pleines de feux,
Rose au cœur
violet, fleur de sainte Gudule:
As-tu trouvé ta
Croix dans le désert des Cieux?
Roses blanches,
tombez! vous insultez nos Dieux,
Tombez, fantômes
blancs, de votre ciel qui brûle:
―La Sainte de l’Abîme est plus sainte à mes yeux!
Ártemis
La decimotercera
vuelve... y es la primera
Y es la única
siempre ―o es el único instante.
Pues ¿eres, Reina,
acaso, la primera o postrera?
¿Eres acaso el
único, Rey, o el último amante?
Amad al que os amó
de la cuna a la fosa;
La que yo solo
amaba me ama aún con ternura:
Es la Muerte ―o la Muerta. ¡Oh delicia! ¡Oh tortura!
La Rosa que ella
guarda es la fiel Malvarrosa.
Santa napolitana
de las manos ardientes,
Rosa de Santa
Gúdula de cárdena garganta,
¿Has hallado tu
cruz en los yermos del cielo?
Insultáis nuestros
dioses, rosas de blanco velo:
¡Caed, blancos
fantasmas, de esos cielos candentes!
A mis ojos la
Santa del Abismo es más santa.
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