lunes, 7 de febrero de 2011

Resignación


He perdido la cuenta de los años: pueden ser treinta o acaso más. Leía por entonces (y releí después muchas veces) el gran libro de Romain Rolland sobre Beethoven. Por él supe de la existencia de una canción de este título, Resignation, sobre texto de Paul von Haugwitz, una de las pocas obras que el compositor escribió durante el año (agónico para él) de 1817. Décadas de mi vida pasaron hasta que pude finalmente escucharlo.

Romain Rolland escribe que este breve Lied corresponde al último peldaño de la tremenda depresión que el músico experimentó en torno a sus 47 años. Confieso haber intentado varias veces, sin éxito, componer algunos versos sobre este asunto. Sin duda la emoción del Lied, de su conjunción inimitable de letra y música, es difícil de explicar o de representar con otras palabras. Hay, sí, resignación en esa música, pero una resignación viril, sin queja: “Apágate, luz mía...” Hay como una orden interior de aceptar la oscuridad, ya que la luz es incierta, declina, vacila y al fin es peor que la oscuridad misma. Acaso no haya para el desesperado tortura peor que la esperanza, esa ínfima llama parpadeante que sólo muestra la extensión de la noche...

Pero el músico, sometido a la miseria de amar sin ser amado, de verse extraviado en el mismo edificio espiritual que con titánico empeño había fundado en su juventud, de no hallar sabor en el pan y en el agua que ofrece la tierra, buscaba su íntima raíz inalienable, buscaba precisamente el tono de aquel héroe juvenil que había querido ser... Porque hay en la juventud un momento único, en el cual comprendemos la implacable hostilidad del mundo y la aspereza del camino que se nos muestra, y sin embargo lo emprendemos con una sonrisa altiva y segura, desafiando al destino, con nuestras fuerzas intactas. Ahora, ya se sabe que el héroe se enfrenta por segunda vez a su enemigo, y que esta segunda vez, viejo ya y socavado por sus propias dudas, difícilmente resultará vencedor. A lo sumo, podrá aspirar a llevarse al monstruo consigo en la irremediable caída. Ya no se trata de vencer al destino, sino de aceptarlo, incluso de amarlo tal como es. Amor Fati...

Hay más: en cierto modo, la música contradice la letra que interpreta, o en todo caso va más allá de ella. Si hay en la música aceptación, hay también un anhelo. En esa luz que se apaga hay acaso una promesa inaudita, que solamente la fe puede ver.

Copio la letra y transcribo una traducción que hice del famoso Lied. Es mi pobre manera de dar las gracias a un espíritu (de qué otro modo podría nombrarlo) que me acompañó en las hora más aciagas. Ojalá alguien pudiera decirles a los artistas desesperados, cuando de alguna forma han logrado convertir su amargura en belleza, que esa belleza salvará a otros hombres del abismo, quién sabe cuánto tiempo después...


Lisch aus, mein Licht! Was dir gebricht,
Das ist nun fort, an diesem Ort
Kannst du's nicht wieder finden!
Du mußt nun los dich binden.

Sonst hast du lustig aufgebrannt,
Nun hat man dir die Luft entwandt;
Wenn diese fort gewehet, die Flamme irregehet,
Sucht, findet nicht, lisch aus, mein Licht!



¡Apágate, luz mía! Lo que falta
está perdido ahora, en este sitio
tú no podrás hallarlo nuevamente.
Debes ya desprenderte.

En un tiempo has ardido alegremente,
ahora el aire te ha sido arrebatado;
cuando éste sopló, errante, la llama se extraviaba,
buscó, no halló. ¡Apágate, luz mía!


Aceptando este enlace se puede oírlo en la voz del tenor Fritz Wunderlich:

http://www.youtube.com/watch?v=bEDmKJLZPyo

2 comentarios:

soylauraO dijo...

Gracias.
Salvará a otros hombres del abismo, aún sin poder salvarse,confiará el corazón a un papel para evitar, con dolor, que se desgarre.
soylaurao@gmail.com

Alejandro Bekes dijo...

Tu comentario es un poema y no necesita comentario. Pero no quisiera dejar sola a esa voz desgarrada. Confiar el corazón a un papel es lo que nos queda, en esos momentos de que habla mi reflexión...

Dante dice que Virgilio abrió a otros el camino de la salvación, pero no pudo salvarse. Como un hombre que lleva en la espalda un farol y alumbra a los que vienen después, pero anda en tinieblas.