jueves, 7 de octubre de 2010

Lo que aprendo

Yo he contemplado el mar y he conocido el viento.
Yo sondeé las honduras de la angustia y la rosa.
Me ha tenido en sus brazos una playa arenosa
y en los acantilados he guardado el aliento.

Esa fruta encendida que del vacío pende
es el sol, y es la luna su limosna a la noche;
es la tierra la casa de la vida; es el coche
de los astros la Nada que los nutre y comprende.

Y acá abajo, acá abajo, junto a las pobres olas
de mi río salvaje, junto al árbol querido,
me refugio en lo verde, me amparo en lo florido
y aprendo a sostenerme como esas piedras solas.

Aprendo a consolarme de no ser y haber sido,
a ser parte del todo que se agosta y renace,
a ser hijo del tiempo que nos hace y deshace
y a vivir llanamente, reencontrado y perdido.

4 comentarios:

Fernando dijo...

Lindo, Alejandro, una voz que con humildad se planta (si vale el término) ante la existencia.

Marisa Perez Alonso dijo...

Hoy el poema es acariciador. Agradecida quien anda en busca de consuelo.

Anónimo dijo...

"a ser hijo del tiempo que nos hace y deshace". Hoy estuve pensando en ese verso. Gracias Alejandro, te deseo mucha paz. Un abrazo, Danilo Rossi.

Anónimo dijo...

conmovedor... me identifico plenamente con tu sentir y pensar en éstos versos...bellisimoooo....
besos .Margarita Bengoa