domingo, 23 de junio de 2013



Pierre de Marbeuf


      Supe de su existencia por un comentario de Jean-Claude Carrière (escritor que de cuando en cuando me ofrece, sin que yo se los pida ni los busque, algunos vagos e indirectos indicios esenciales sobre el rumbo que llevo y el que debería acaso llevar...), en un libro de conversaciones con Umberto Eco que Celina encontró hace un tiempo en la mejor librería de Córdoba. De Pierre de Marbeuf, casi coetáneo de Francisco de Quevedo, lo ignoro casi todo, pero me atrajo este soneto hecho enteramente de ecos y resonancias, compuesto como una exploración musical de las paronomasias relacionadas con el mar, el amor y la amargura, y quizá como un desafío a posibles traductores. Si así no fue, así lo sentí y acepté el desafío. El desprevenido lector juzgará el resultado, y ojalá sea piadosamente. Dedico este ejercicio a la memoria de Margarita Coppes, de cuyo amor y de cuya amargura no me olvidaré mientras viva, y cuyo cumpleaños hubiera sido hoy. Y acá va.


Et la mer et l’amour...

Et la mer et l’amour ont l’amer pour partage,
Et la mer est amère, et l’amour est amer,
L’on s’abîme en l’amour aussi bien qu’en la mer,
Car la mer et l’amour ne sont point sans orage.

Celui qui craint les eaux qu’il demeure au rivage,
Celui qui craint les maux qu’on souffre pour aimer,
Qu’il ne se laisse pas à l’amour enflammer,
Et tous deux ils seront sans hasard de naufrage.

La mère de l’amour eut la mer pour berceau,
Le feu sort de l’amour, sa mère sort de l’eau,
Mais l’eau contre ce feu ne peut fournir des armes.

Si l’eau pouvait éteindre un brasier amoureux,
Ton amour qui me brûle est si fort douloureux,
Que j’eusse éteint son feu de la mer de mes larmes
   


Pierre de Marbeuf (1596-1645)


El amor como el mar...
 
El amor como el mar de amargor se alimenta
Y la mar es amarga como amargo es amar,
Y en amor nos hundimos al igual que en el mar,
Pues la mar y el amor nunca están sin tormenta.

El que teme las aguas, que en la costa se quede;
El que teme los males que el amor acarrea,
No deje que lo inflame el amor con su tea,
Que evitar uno u otro su naufragio así puede.

La madre del amor tuvo en el mar su cuna,
Del amor sale el fuego, cual su madre del agua,
Mas el agua no es arma que ese fuego desuna.

Si algún agua pudiera apagar esa fragua,
Tu amor en que me quemo, de dolor me da tanto
Que apagaría su fuego con el mar de mi llanto.



viernes, 7 de junio de 2013

El camino misterioso

         A propósito de la pregunta (acuciante, insoslayable, casi nunca explícita) sobre qué es lo que busca el escritor cuando escribe, encuentro en una carta de Albert Béguin, escrita en 1937, la noción de que el romanticismo consistió esencialmente en arriesgarse "a una investigación sin un objetivo que pudiera fijarse por adelantado"; agregaba el ensayista (apelando a un nosotros, ay, hoy altamente problemático) que en esto seguimos siendo románticos. Y prosigue: "El acto literario, a partir del romanticismo, cambió de sentido: ya no se trata de 'expresar' algo antes conocido, sino de lograr ciertos gestos [...] de los que el poeta sabe, con una certeza irracional, que tienen un alcance inmenso, pero indefinible. Estos gestos de la creación estética intentan asir una realidad, que ningún otro acto del espíritu podría lograr." Es claro que estas palabras parecen una nota al pie de la frase de Novalis, que el propio Béguin pone como epígrafe de otro de sus ensayos: "El camino misterioso va hacia el interior. En nosotros, si es que está en alguna parte, se encuentra la eternidad con sus mundos, el pasado, el futuro..." No sé si ese camino misterioso llama todavía a algún caminante. Acaso nadie lo recorra ya... salvo el crepúsculo.