viernes, 15 de enero de 2010

La geometría es una cosa angustiosa

Un triángulo está formado por tres líneas melancólicas que tratan esforzadamente de entenderse entre sí. Seguramente ellas, en conjunto, sienten la terrible nostalgia de no ser un cuadrado, y ese lado faltante las atormentará más cuanto que no pueden imaginárselo, pues es ilógico que el tres añore el cuatro o el dos; pero precisamente esa carencia de respaldo lógico exacerba su melancolía. Y aun si no extrañaran nada, es posible sentir la presión que ejercen unas sobre otras, dos contra una, una con una, una con dos, y de esa presión resulta una tendencia culpable, una vocación circular que les ha sido vedada, una propensión a la curvatura que manifiestamente se les reprime y las ha reducido a lo que son: tristes rectas estériles dibujadas en un papel, apuntando cada una en su propia dirección, y aun en ambos sentidos, irreparablemente divorciadas.

1989

viernes, 8 de enero de 2010

La tela de Penélope

¿Por qué un detalle del antiguo mito de Ulises y Penélope, un detalle que parece menor, resulta tan significativo y tan memorable? Penélope promete casarse con uno de los pretendientes cuando termine cierta tela que teje; pero en realidad desteje de noche lo que ha tejido durante el día, y la tela es interminable (Odisea, II.93-110). Quizá el motivo mítico signifique simplemente que Penélope no es menos astuta que su astuto marido; o tal vez, que quienes “pretenden” sólo consiguen una ilusión, una promesa que no puede cumplirse, pues las verdaderas promesas (bien lo dijo Quevedo) no corresponden a la pretensión, sino al mérito... Pero imagino otra cosa; imagino que la historia de una tela que se teje de día y se desteje de noche es una figura de todo lo que los hombres pretenden, de todo aquello por que los hombres se afanan; un mundo de apariencias falaces, un mundo que el día inventa y que la noche deshace; un mundo gobernado por el Tiempo, que devora a sus propias criaturas. La tela de Penélope es la tela de Maya, la diosa de la Ilusión, la diosa de la vida y de la muerte. “Por ella nuestra tela está tejida”, escribió Rubén Darío. Acaso nuestro destino, invisible para nosotros, sea visible para alguien sobre esa tela, como el dibujo secreto en el tapiz. Quién sabe qué figuras tramabas en tu regio telar, discreta Penélope, mientras aguardabas su regreso...